En los últimos 15 años este impuesto patrimonial subió 152%, mientras que las contribuciones de predios agrícolas aumentaron 64,84%.

El impuesto patrimonial sobre los bienes raíces ha sufrido una profunda mutación durante los últimos 15 años. Así lo detalla un reporte de la consultora inmobiliaria Colliers, donde se especifica que las contribuciones de predios no agrícolas aumentaron un 152,76% entre 2008 y 2024.
Este fenómeno ha reconfigurado el peso de la carga fiscal hacia terrenos urbanos, mientras que los terrenos rurales han perdido protagonismo en la recaudación nacional, pese a un alza del valor de los suelos agrícolas.
SII: Qué son los predios no agrícolas
Según el Servicio de Impuestos Internos (SII), los predios no agrícolas son aquellos que no están destinados a actividades agropecuarias o forestales, y pueden ubicarse tanto en zonas urbanas como rurales.
El SII los clasifica por su destino, que puede ser habitacional, comercial, industrial, educacional, deportivo o recreacional, hotelero o turístico, o simplemente un sitio eriazo entre otros. En resumen, son extensiones de tierra cuyo uso principal no se relaciona con la agricultura.
Reavaluos por mayor urbanización
Daniela Olmos, subgerente del Área de desarrollo inmobiliario y regularizaciones de Colliers, explicó que “el avalúo fiscal de los predios no agrícolas creció un 202% en este período, alcanzando los $1,03 billones en 2024″.
«Esta alza se explica por el reavalúo de los terrenos y por el aumento del número de predios urbanos, que pasó de poco menos de 9,9 millones en 2008 a más de 16,2 millones en 2024, consolidando una tendencia hacia la urbanización», agregó.
En contraste, las contribuciones agrícolas crecieron un 64,84% en igual período, a pesar de que el avalúo de estos terrenos aumentó en 322%.

El desbalance tributario de las contribuciones
Esta aparente contradicción se explica porque, si bien el valor del suelo rural ha subido fuertemente, su peso en el sistema tributario ha disminuido: en 2008 el agro representaba cerca del 8% del total recaudado por contribuciones, mientras que en 2024 llega a 5,4%, comentó Colliers.
“Este desbalance ha consolidado una estructura tributaria que penaliza el desarrollo de ciudades. Además, el reavalúo de sectores agrícolas del último año ha hecho que predios que anteriormente estaban calificados con destino agrícolas pasen a no agrícolas sin evaluaciones de tipos de suelo o factores de ubicación. Si no más bien atingentes a la producción, lo cual puede ser debatible caso a caso”, señala Olmos.
La ejecutiva explicó que el aumento de las contribuciones agrícolas en los últimos 15 años se debe a múltiples factores, “primero al alza del avalúo agrícola, lo que implica una revalorización muy acelerada de ese tipo de suelo».
También se debe al aumento del número de predios: de 1.465.831 en 2008 pasó a 2.002.053 en 2024, es decir un 37%, lo que amplía la base gravada.
En tercer lugar, a la reclasificación discrecional: es decir, predios agrícolas han sido cambiados a no agrícolas sin criterios técnicos sobre el suelo o la ubicación, sino por parámetros de producción. Esto significa que predios rurales pasan a tributar como urbanos, encareciendo sus contribuciones”, explica Olmos.
La agricultura en retirada
Olmos detalló que la estructura existente de contribuciones “desincentiva la permanencia de la actividad agrícola, ya que grava fuertemente terrenos que podrían estar pasando por una transición de producción, como el recambio por sobre explotación, y eso promueve la especulación, pero a otros usos inmobiliarios, ya que obliga a comercializar lo antes posible para otro uso”.
Desde Colliers enfatizan en que sería positivo establecer otros criterios técnicos objetivos para definir y mantener el carácter agrícola de un predio, considerando además localización.